jueves, 22 de septiembre de 2011

Nuevas Fronteras - Parte II

Jamás había visto un lugar como este; realmente desde ese día comencé a entender porque las personas caminan hacia determinados lugares. Aquella noche que llegué, será un día que marco la persona que antes fui y la que se encuentra escribiendo este fragmento. Creí haber encontrado el mejor lugar para vivir.

Fui a decirles a todos lo bien que la pasaba en este lugar, y no faltaba aquel que me advirtiera del que peligro que presentaba. Finalmente, decidí que también las personas que más confiaban en mí debían conocer ese lugar y se los mostré; su reacción fue la peor para mí, opuesta a mis ideales en ese entonces. Desde entonces, interminables discusiones iban y venían en mis oídos.

Pese a que era feliz mientras estaba ahí, había una parte del día que no disfrutaba, la noche. En esas horas del día las cosas se desaparecían sin yo saber por qué. La persona que vivía en ese lugar me trataba de tranquilizar diciéndome que ese fenómeno era normal, que tarde o temprano me acostumbraría, y que incluso el lugar podía acostumbrarse a lo que yo quería.

Mientras los meses pasaban, disfrutaba el día y me angustiaba en la noche. El guardia del lugar me dio una razón del porque sucedía, y que era mi decisión seguir disfrutando y angustiandome a la vez, o ponerle punto final a este capítulo. Pero el placer y la paz que me daba este lugar no lo había encontrado en otra parte, y deseaba conservarlo para siempre.

Mi angustia cada vez era grande, pero la felicidad que sentía no estaba en otra parte. Mi adicción al lugar me quitaba tiempo para descubrir lugares menos adictivos, compartir experiencias con las personas de toda la vida, y cada vez me sentía solo. Cada vez que tenía un sueño que querer cumplir y llegaba la noche, las cosas cambiaban y tenía desilusiones.

Una tarde de repente, mientras disfrutaba del paisaje de ese lugar, los arboles, los animales, el aura, la paz que sentía comenzó a desaparecer. Era como si todos esos meses que visitaba ese lugar se estuvieran esfumando y quedará solo. Día y noche cuando regresaba o salía de mi casa solo miraba ventanas cerradas, acompañadas de fuertes tormentas, y sin ningún alma con quien conversar.

Poco a poco esa felicidad que creí haber encontrado desapareció, y era la costumbre que me mantenía visitando ese lugar. El guardia ya sabía mis horarios, y yo ya daba por hecho en que momento el lugar se esfumaba para regresar a la soledad de mi hogar. Las cosas dejaron de tener sentido para mí; la existencia solo era una casualidad de los átomos.

De repente pense que había un camino que estaba obviando, una pequeña luz que las personas de mi confianza habían puesto con muchas candelas a lo largo de la calle. Esas pequeñas luces me hicieron preguntarme "por qué?", "por qué lo hacen?", "por qué no me dejan sufrir mi soledad en el lugar que yo había decidido vivir?". Aún no sé la respuesta, pero seguí ese camino.

Era el momento de tomar una decisión.

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